Supongo que si vas por la calle no te fijarás en detalles como la separación entre los ojos o el tamaño de la nariz de la persona que te acabas de cruzar. Sin embargo, si que te fijarás en cosas como un cierto estrabismo, una mano faltante, o incluso su acento al hablar, su sexo o el color de su piel o pelo.
Que seas consciente de que la persona con la que hablas tiene pelo castaño no implica que lo vayas a tratar de forma significantemente diferente a como lo harías con alguien de pelo rubio y mucho menos que seas “pelista”.
Así pues, hoy quiero hablar de algo tan importante como lo es integrarse en una sociedad o grupo. En particular, voy a intentar definir unos objetivos de integración diferentes al de que una sociedad o grupo no perciba las diferencias de sus miembros. Dichos objetivos son más realistas y aportan la misma o incluso mejor cohesión social que el que esta no perciba las diferencias entre individuos.
Empecemos por definir en qué consiste el que un individuo esté integrado en una sociedad o grupo. A grandes rasgos, la integración consiste en que dicho individuo mantenga con el resto de individuos de dicho grupo relaciones sociales de forma igual de positiva a como lo hacen los otros individuos entre sí. Esta definición es bastante importante porque permite fijar un objetivo de integración de un individuo como aquella situación en la que el individuo es tratado de forma similar al resto entre los demás individuos de dicho grupo.
Uno podría pensar pues, que aquellas diferencias que no son percibidas no suponen problema alguno para la integración de un individuo. Sin embargo, es importante tener en cuenta que es posible que algunas de estas diferencias, aunque no percibidas de forma consciente, influyan de forma subconsciente en los otros miembros del grupo y por tanto en su forma de relacionarse con el individuo. Así pues, se vuelve evidente que el no percibir las diferencias únicamente puede servir como objetivo de integración para aquello que los otros miembros es incapaz de percibir consciente y subconscientemente.
Con esto se puede tener bastante claro que no todas las diferencias son iguales. Por ejemplo, una peca en el muslo no es igual de remarcable que una en la comisura de los labios. Esto es debido a que los seres humanos solemos fijarnos en las caras de aquellos con los que interactuamos más que en sus muslos.
Entonces, si no podemos evitar dichas diferencias ni evitar ser conscientes de las mismas, ¿cómo pueden los miembros de una sociedad estar integrados entre sí aún siendo diferentes? Aquí surgen dos tipos de sociedades, aquellas que optan por la ignorancia y las que optan por la aceptación o incluso la celebración de las diferencias entres sus miembros.
La filosofía del “me da igual” corresponde con el ignorar conscientemente dichas diferencias y suele ser adecuada para sociedades grandes donde se tiende a la homogeneización del individuo. Por ejemplo, un alemán normalmente hablará Español con un cierto acento determinado aún teniendo fluidez en tu idioma. Si aún siendo consciente de dicho acento no cambias tu forma de interactuar con otra persona con respecto a como lo haces con otras, estas ignorando dicha diferencia. Si el resto de miembros de la sociedad hacen lo mismo, dicha persona estará claramente integrada en la sociedad. Este tipo de integración suele funcionar bien en sociedades grandes porque suele ser habitual que en estas haya varios individuos que compartan cada una de las diferencias, lo que a su vez, deja de hacerlos únicos.
Sin embargo hay otra filosofía diferente, la del “lo acepto”. En esta no se ignoran las diferencias del individuo sino que se resaltan y celebran como un elemento que lo hace único. Esta filosofía es mucho más habitual en comunidades pequeñas. Por ejemplo, en la muchos pueblos y pandas es habitual que sus miembros se llamen entre sí con motes que remarcan alguna de estas características diferenciadoras. Sin embargo, el uso de dicho mote no pretende ser una forma de discriminación sino una de identificación del individuo. Esto, a su vez, resulta en que dicha diferencia es aceptada por el resto de individuos como un rasgo único. Sin embargo, dicho rasgo no modifica la forma de estos de interactuar con ese individuo. Esto, implica la integración del mismo como parte de la sociedad.
En este segundo caso, es importante tener en cuenta el contexto y la intencionalidad a la hora de evaluar si un individuo se ha integrado o no. Por ejemplo, estando en el extranjero alguien te puede hablar en Español para practicar (intención positiva, quiere integrarse mejor contigo), para hacerte sentir en casa si sabe que llevas mucho tiempo fuera (intención positiva, quiere hacerte sentir más integrado). También puede hacerlo porque asume que no puedes hablar su idioma, esto suele tener una connotación negativa ya que el otro asume que eres incapaz de comunicarte con el resto del grupo. Así pues, no es difícil ver como la intencionalidad se aplica a muchas otras interacciones dónde la diferencia es un elemento influyente para intentar ver si el objetivo al remarcar la diferencia es: discriminar, identificar, o integrar al individuo en el grupo.
Queda claro con esto, que la diferencia real entre ambos objetivos depende de la sociedad subyaciente. Aquellas que opten por homogeneizar a sus individuos optarán por ignorarlas, mientras que aquellas que celebren la individualidad de sus miembros optarán por aceptarlas. Sin embargo, en el segundo caso la cohesión entre los miembros suele ser mayor pues sus miembros perciben sus diferencias como algo positivo en vez de como algo neutral.
En conclusión, ser diferente de los otros miembros de un grupo no es necesariamente un obstáculo para poder integrarse en el mismo si sus miembros son tolerantes. Según el tipo de grupo y suponiendo que se percaten de dichas diferencias, sus miembros pueden ignorar o celebrar las diferencias de los demás. La elección de una u otra depende del tipo de grupo. Sin embargo, en el segundo caso, puesto que las diferencias influyen en la forma de interactuar, hay que tener en cuenta la intencionalidad de los miembros del grupo al interactuar.