El “secreto” tras el permitir las cenas de navidad con el Coronavirus

Hay un gran “secreto” tras muchas de las cosas que llevan pasando en el mundo desde hace muchos años: las decisiones que toman gobiernos y empresas, cómo deciden las grandes fortunas en qué invertir, cómo se decide la mejor forma de tratar a un paciente, cómo se decide que hacer para evitar que “hackeen” un sistema e incluso de cómo se decide cuál es la mejor forma de gestionar una pandemia. Aunque no pueda parecerlo, no estoy hablando de Los Illuminati ni nada parecido, sino de algo más mundano y… estadístico: el análisis de riesgos.

Para los seres humanos como yo (y supongo que tú), los riesgos al igual que los grandes números son algo que nos es difícil de entender. Existen varias razones para ello, pero la principal de ellas es que hacerlo no ha supuesto una ventaja evolutiva hasta tiempos muy recientes. Usando un ejemplo bastante habitual, cuando un depredador, como un tigre, te salta encima la respuesta más inteligente es o bien atacar o bien correr no ponerse a calcular cual de las dos opciones es la mejor porque para cuando lo hagas, seguramente ya seas un delicioso aperitivo.

Pero, sin embargo, son esas probabilidades, y el entendimiento que tenemos de ellas, las que realmente manejan la mayoría de grandes decisiones de la humanidad. Para poder jugar con ellas, lo primero que debes entender es lo siguiente: si una probabilidad es lo bastante pequeña, es muy probable que el evento no ocurra en un caso específico. Pero sin embargo conforme incrementa el número de casos, es más y más probable que salgan más afectados. Esto es más fácil de entender con un ejemplo.

La probabilidad de que te tocase El Gordo de Navidad de la lotería comprando un sólo número en un año específico es de una frente a cien mil. Es el equivalente a acertar una moneda entre 16 a 17 veces seguidas, o sacar seises con entre 6 y 7 dados en una sola tirada. Esto es una probabilidad bastante pequeña, pero sin embargo todos los años ves noticias diciendo que a a alguien le ha tocado el gordo de navidad ya que al final hay tanta gente jugando que a al menos uno le ha de tocar. Con las posibilidades de infectarse pasa algo parecido. Cada día, en promedio, cada persona tiene un número de boletos para que le toque el COVID-19. A grandes rasgos, al final del día se “sortean” los casos y a los (des)afortunados les toca pasar la enfermedad. La principal diferencia es que este sorteo se hace todos los días y las posibilidades de que te toque son ahora mismo unas 20 veces mayores a que te toque un número (y posiblemente más altas pues no todos los casos se detectan). Aunque claro, teniendo en cuenta que se hacen unos 4 boletos de El Gordo por español, suponiendo que compraras esos 4 boletos tus probabilidades de que te toque un COVID-19 serían de al menos 5 veces más.

Obviamente, esto no significa que no puedas hacer nada al respecto, ¡al contrario! Igual que si comparases los 100.000 números posibles, podrías asegurarte de que te toca El Gordo ese año, si actúas de modo que no tengas ningún boleto puedes estar seguro de que a ti no te tocará un COVID-19. Pero, igual que yo no puedo evitar que mi madre me compre un boleto repartido con mis hermanos todos los años, a veces es imposible evitar no tener boleto alguno para la lotería del Coronavirus. Sin embargo, está claro que cuantos menos boletos se tenga menores son las probabilidades de que te toque un COVID-19 ese día, y es por ello que es importante que tomes todas las precauciones posibles para no infectarte.

Sin embargo, al igual que a Loterías y Apuestas del Estado le da bastante igual que a ti te toque El Gordo o no pues se llevan un 30% (que destinan a beneficios y gastos). Todo ello pese a que obviamente a Hacienda si que le interesa bastante más. A los que gestionan la epidemia no les interesa tanto que a ti en particular te toque un COVID-19 o no (no porque quieran que lo pilles sino porque no pueden garantizar que nadie tenga boletos sin tomar medidas imprácticas como matar a todos los ciudadanos), sin embargo sí que les importa, y mucho, a cuántos les toca. Por varias razones, entre otras evitar que se llenen los hospitales y se tenga que dejar morir a gente por no poderla atender.

Pero igual que obviamente nadie consideraría matar a todos los humanos una forma adecuada de asegurarse que a nadie le tocase un boleto de Coronavirus, hay muchas otras medidas que por su impacto (comparado con el impacto de que algunos se puedan infectar) no se deberían aplicar. Además de ello, hay algunas pocas que se pueden dejar de aplicar de forma excepcional. En el caso de las cenas de navidad, los gestores juegan con el hecho de que si bien ese día se reparten más papeletas y por ende a más gente les va a tocar un COVID-19, el resto de días el número de papeletas será similar y por tanto el número de infectados al final no variará demasiado (aunque el efecto que esto tiene en la moral y mente de mucha gente va a ser tremendo). Esto tendría un efecto muy positivo a la larga pues hace las medidas más llevaderas para esa gente. Y, aún con todo eso, los organismos responsables dan recomendaciones y consejos para que a la gente les toquen las menos papeletas posibles. En cierto modo esto es parecido a hacer trampas una vez con la dieta, al final lo que cuenta es cuanto comes a lo largo del tiempo y no ese día en particular por lo que si en general comes sano la mayoría de los días perderás peso.

Pero aún así, uno puede pensar que cabe el riesgo de que eso produzca un pico de contagios un día específico que llene los hospitales. El caso es que en primer lugar, la capacidad de los hospitales es relativamente fija, es decir no depende del número de casos y por tanto si un día hay más casos pero el resto menos se acaban compensando entre sí. Si además tenemos en cuenta que el tiempo hasta que un caso se recupera y hasta que requiere hospitalización no es constante si no que depende de la persona y muchos otros factores, está claro que si bien va a haber un pequeño incremento de casos en un día específico tras la cena de navidad, en realidad este va a ocurrir tras varios días de número de casos que van subiendo y luego bajando.

Si te fijas antes en la entrada he usado una probabilidad específica (promedia para España) en vez de una abstracta, y aún así ya comentaba que era a la baja, que seguramente fuera más alta. Lo que he hecho ha sido dividir la media de casos detectados en una semana entre la población de España. Sin embargo, igual que no conocemos el número exacto de casos en España, tampoco conocemos el impacto específico que el Coronavirus va a tener en toda la gente (especialmente a largo plazo) o el impacto que las medidas que se tomen van a tener en otros aspectos. Aquí entramos en la parte “secreta” y fea del análisis (y la gestión) de riesgos que es el tener que estimar ciertas cosas. No existe una fórmula mágica que pueda funcionar en casa caso, y en muchos casos al mezclarse principios económicos (cierre de negocios, desempleo, deshabilidades…) con principios éticos (pérdida de vida, pérdida de calidad de vida a corto y largo plazo) no basta solo con estimar las probabilidades de cada parte sino que también hay que poner un número a su impacto que nos permita calcular la fórmula. Al final la fórmula mágica es la siguiente, si el coste de la medida es menor que el impacto de no aplicarla por las probabilidades de que dicho impacto ocurra es mejor no aplicarla. Por ejemplo y hablando en términos puramente económicos, si usar mascarillas nos cuesta 1 millón de euros, pero el impacto de no usarlas es de 100 millones aún con una probabilidad de que sean efectivas del 10% deberían recomendarse por que el impacto “promedio” de 10 millones en menor que el millón que costaría aplicar la medida. Esta fórmula mágica es, al final, la que suele estar tras las mayores decisiones que toma cualquier entidad que actúe de forma racional. Las cuáles, pese a que los humanos no somos muy buenos tomándolas, las grandes organizaciones sí que lo suelen ser pues su supervivencia depende muy a menudo de que lo hagan. Obviamente, en caso de duda o incertidumbre, se suelen aplicar varios conceptos más, por ejemplo se suele preferir asumir impactos reversibles (perder dinero) a impactos irreversibles (destruir un ecosistema, morir o quedar inválido permanentemente). A esto se le llama el principio precaucionario (del hecho de que al aplicarlo se actúa con precaución), este principio es particularmente crítico cuando la información que se tiene es dudosa o escasa (como al principio de una pandemia o un incidente de seguridad) y se deben aplicar medidas que si bien tienen un coste elevado pueden evitar impactos irreversibles no esperados. Este principio es el que la mayoría de gobiernos ha seguido (el sueco por ejemplo no, ha preferido apostar y ahora le va a tocar pagar).

Pero, al fin y al cabo esa fórmula es la razón de que se permitan las cenas de navidad, porque aún con el riesgo añadido, se cree que este compensará con creces a la sociedad a la larga. En cualquier caso, tanto si os quedáis en casa como si quedáis con vuestros familiares, tened cuidado, seguid las recomendaciones y obtened información de fuentes oficiales (y de otras fuentes para que no os pase como en Suecia). Si sois precavidos y actuáis con cuidado tendréis pocos boletos para que estos días os toque un COVID-19.

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Este artículo ha sido patrocinado indirectamente por el proyecto RIOT, financiado por la Agencia de Protección Civil Sueca. Si bien ellos no han tenido ningún impacto en mi decisión de publicar este artículo o su contenido, es su financiación de mi investigación doctoral en el área de seguridad informática la que ha hecho posible que escriba este artículo (pese a que obviamente estoy de vacaciones).